¿Qué PSOE?

0. Contexto

Cerramos prematuramente el siglo XX con la caída del muro de Berlín y la proclamada hegemonía del orden liberal. Ahora, con la segunda década del siglo XXI consumiéndose, aún no sabemos lo que está naciendo. Hoy esas democracias liberales occidentales están en jaque por la victoria de Trump, la ruptura del Reino Unido con una UE en la encrucijada, la creciente influencia de Putin y un inquietante tablero electoral en Francia y, sobre todo, Italia. Los muros al comercio y a las personas se elevan, los espacios de gobernanza multilateral se cuestionan y vuelve la nostalgia hacia una autonomía imposible de los Estados Nación. Mientras tanto, como desde el neolítico, la tecnología transforma la sociedad y nuestras formas de producción, esta vez, de mano de la digitalización masiva.

En ese contexto de transición en el que el mundo no sabe hacia dónde va, el PSOE, uno de los partidos socialdemócratas más antiguos de Europa, decide qué quiere (o puede) ofrecer a la sociedad. Decide qué PSOE ser.

No es fácil acertar. Conviene actualizar las expectativas. La sociedad y las personas cada vez son más poliédricas, no hay mayorías sociales uniformes y las barreras a la entrada para crear nuevos partidos han bajado. Todo ello facilita una reducción del porcentaje de voto al que un Partido puede aspirar. La política se ha convertido  en un mercado más competitivo, que exige más audacia y capacidad innovadora.

El PSOE, que sufre un declive electoral desde 2008, mantiene algunas fortalezas que deben ser aprovechables. Ofrece una marca conocida. Ocupa un espacio ideológico muy próximo al del votante medio, promueve valores, como la lucha contra la desigualdad, que cotizan al alza en los centros de pensamiento influyentes (solo hay que ver de lo que se habla en Davos) y mantiene una estructura que alcanza cada rincón del país con 4.200 agrupaciones (oficinas). Conserva en su órbita, aún, a una parte importante del capital intelectual del país, dispuesta a echar una mano en el diseño de las políticas públicas. No es poco lo que tiene el PSOE, pero como a todas las grandes empresas en sectores de transformación le está costando adaptarse al cambio.

1. Conectar con dos sentimientos

Muchas de las orientaciones que se señalan en el debate precongresual para determinar el rumbo del partido las podríamos compartir todos los que queremos a esta organización: un PSOE ganador, autónomo, de izquierda, que conecte con la ciudadanía… Esta última es especialmente recurrente y a ella quiero referirme.

Para conectar con la sociedad es conveniente entender (o al menos intentarlo) cuál es su estado de ánimo general. En mi opinión hay dos sentimientos comunes que han emergido en estos años y sobre los que el Partido tiene que hacerse cargo.

El primero: incertidumbre hacia el futuro. Las sociedades occidentales, como la española, ya no ven el futuro como una línea recta de progreso, paz y libertad. Se teme que los hijos vivan peor que los padres, que la paz se pueda alterar en una noche de discoteca, que la tecnología deje de ser nuestro aliado y nos quite el empleo o que el cambio climático haga inviable la habitabilidad del planeta. Todos estos miedos tienen su razón de ser y el PSOE debería construir su proyecto afrontándolos. Es decir, no girar ni a la izquierda ni a la derecha, sino girar hacia el futuro. Parece que fue ayer, solo han pasado 10 años, pero fue hace mucho cuando pensábamos que la vivienda nunca bajaría de precio, nuestros teléfonos solo servían para llamar y mandar SMS y montar un partido político o difundir una noticia estaba al alcance de muy pocos. En esos 10 años hemos atravesado una crisis económica cuyos daños siguen ahí, hemos vivido el estallido social del 15M y una eclosión tecnológica que ha convertido el activismo político (digital) en una actividad cotidiana. Quedan lejos los años 80 del primer gobierno socialista, pero también queda muy lejos el 2004 cuando retomamos al poder. Por ello la constante apelación al orgullo de lo que fue, no debe hacernos caer en una melancolía paralizante o una visión de la realidad desfasada, porque los votantes, al igual que los buenos inversores, saben que rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras. Es importante que el PSOE integre los retos contemporáneos en el corazón de su acción política y no solo en los documentos programáticos. No se trata de poner la palabra futuro en los discurso, sino de abordar con propuestas los retos que plantea. Retos como el cambio climático, la reforma del estado social para atender los nuevos focos de pobreza, la actualización de las leyes e instituciones laborales en una sociedad postindustrial, o el cambio en la forma de enseñar a nuestros hijos para que ocupen trabajos que hoy no existen.

El segundo gran sentimiento es la desconfianza hacia las élites y hacia los políticos en particular. Desconfianza alimentada por el vicio político de justificar cualquier acción propia, aunque sea reprobable, y atacar la del contrario, independientemente de la naturaleza de los hechos. Una desconfianza que crece cuando no se hace lo que se promete, porque se promete lo que se sabe que no se puede cumplir. Desconfianza racional de una ciudadanía que intuye que sus representantes no les cuentan toda la verdad y les tratan como menores de edad. Desconfianza frente a los que se esconden en el lenguaje burocrático ininteligible, o sobre los que simplifican tanto el mensaje que se les entiende demasiado. Desconfianza, también, ante discursos plagados de pensamiento ilusorio y de poco contenido.

¿Cómo se puede empezar a cambiar este sentimiento de desconfianza? Emprendiendo la revolución de la honestidad. Los consultores políticos se ganaría su sueldo si explicaran a sus clientes que el mejor relato, la mejor forma de ganarse la atención y la credibilidad de la audiencia es dirigirse a los votantes como personas inteligentes. La revolución de explicar que todo cambio en las políticas públicas genera ganadores y perdedores en el corto plazo. Que nuestro deber como socialdemócratas es elegir aquellas que consigan que sean más los que ganan que los que pierden o que los que ganen, aún siendo minoría, sean aquellos que más lo necesitan. Explicar que no puede ser todo prioritario, que los recursos son limitados y hacer política es ordenar preferencias. Que no necesariamente quienes más presión ejercen para defender su espacio representan el interés general, vengan del IBEX 35, del sindicato de estibadores o de los Colegios Profesionales.

Una revolución que exige dejar atrás las coletillas de “esto es necesario, pero políticamente no conviene”. Si no somos capaces de explicar la oportunidad de una medida necesaria, deberíamos pensar en dedicarnos a otra actividad diferente a la política.

Frente a esta desconfianza hacia las élites hay dos estrategias. La del populismo, que no está en auge por casualidad, y se arroga en la voz del pueblo frente a los poderosos. O la de la honestidad radical, que podría ser etiquetado como un  “populismo factual” capaz de aglutinar pasión y rigor al mismo tiempo y que rompa la dualidad pueblo/élite, construyendo un espacio común, intermedio y de diálogo entre representantes y representados.

La amenaza de la era de la posverdad (un fenómeno antiguo, por cierto), viene acompañada de la oportunidad de la era de la posmentira, la era en la que miles de expertos influyentes y conectados desenmascaran bulos, falsedades, demagogias y ocultaciones. Ya está pasando: Intenten defender la homeopatía en las redes sociales y lo entenderán.

¿Dónde está escrito que la verdad sea aburrida?. Rompamos la idea de que el rigor en las políticas públicas es incompatible con la emoción y la capacidad de convicción.

2. Nueva agenda política para nuevos tiempos

El primer paso es conectarse con el estado del ánimo de la gente y dignificar la relación entre representantes y representados con un diálogo honesto y maduro. Pero es necesario, además, construir una nueva agenda política que sustente esa conexión. Una agenda transformadora que vaya a lo esencial,  alejada de “listas de la compra” y que se hilvane  con proyectos bandera para configurar un menú socialdemócrata del siglo XXI. Sin ánimo de ser exhaustivo, sería imprescindible al menos abordar estos retos que nos diferenciarían de otras opciones políticas.

Reformar el Estado de Bienestar

Si creemos que nuestros hijos van a vivir peor que nuestros padres, a lo mejor es porque ya lo están haciendo. Los jóvenes viven fuera de nuestro estado social. Es un clamor descrito hasta la saciedad por científicos sociales y por organismos como la OCDE o la propia Comisión Europea. La tasa de riesgo de pobreza de menores de 29 años es del 28%, la de mayores de 65 años es del 6,3%.Tenemos la tasa de pobreza infantil más alta de la UE 27 en familias con padres con empleo, muchas de ellas familias monomarentales.

Qué más tenemos que saber para que la prioridad social de la izquierda sea salvar a los niños. Si sacamos de la pobreza a un niño de hoy, estaremos sacando de la pobreza a un adulto de mañana. No hay política con mayor rentabilidad social. 1.600.000 niños por debajo del umbral de la pobreza no tienen acceso a la prestación por hijo a cargo ¿Por qué no se negocia ampliar esa prestación en los Presupuestos?. Niños y niñas que van al colegio sin desayunar, que viven en hogares donde la calefacción no se enciende, que acumularán problemas de salud por una dieta desequilibrada, que no tienen un espacio propio en su casa para estudiar. Niños que quedarán marcados desde la infancia por el estrés que genera la pobreza en su hogar.

Además de a los niños, nuestro sistema de Bienestar deja fuera a los atrapados en espiral de la precariedad laboral con carreras de cotización intermitentes y a parados de larga duración. Si de verdad queremos salvar a los perdedores de la crisis, habrá que, además de conseguir más ingresos públicos, reformar las transferencias de renta del Estado de Bienestar para que reduzcan más las desigualdades y la pobreza de lo que lo hacen ahora. No se trata de parchear el sistema de bienestar con otro pilar, se trata de reformarlo en su totalidad, prestando especial atención a la progresividad de las transferencias monetarias. Este gráfico del último informe de la OCDE en España evidencia que las prestaciones sociales en España (y las de nuestros vecinos del Mediterráneo) no llegan a los más pobres.No hay que proteger nuestro Estado de Bienestar, hay que cambiarlo, porque ayuda menos a quién más lo necesita.

Transferencias sociales ocde actualizado

Garantizar una jubilación digna para los trabajadores de hoy.

Las pensiones son la partida más importante del Estado  de Bienestar, representa 1 de cada 4 euros de gasto público. Es un tema de máxima sensibilidad,  preocupa su sostenibilidad en el futuro debido a dos realidades irrefutables: vivimos más años (buena noticia)  y nuestra población ordenada por edades ya no forma una pirámide, es decir cada vez hay más mayores que cobran una pensión y menos ocupados que las pagan con cotizaciones sociales.

El PSOE, que sacó adelante una buena reforma en 2011 pactada con los agentes sociales, tiene la autoridad para liderar de nuevo una reforma que derogue la congelación de facto que supone el Índice de Revalorización impuesto por el PP, pero que sea rigurosamente sostenible.

Nuestra restricción ideológica es que hay que mantener un sistema público y de reparto que garantice un nivel de vida digno a los mayores. Pero respetando este principio hay que responder con honestidad a estas tres preguntas. ¿Cuánto % de PIB estamos dispuestos a destinar a las pensiones y a otros gastos asociados al envejecimiento ahora y en el futuro? ¿Cómo se repartirá ese gasto (sistema más contributivo o más asistencial)? ¿Quienes tendrán que pagar los ingresos adicionales necesarios para sufragar el gasto?

Y en esa ecuación, que es una ecuación con restricciones económicas (algunas sujetas a incertidumbre) y decisiones políticas, debemos ofrecer garantías a los trabajadores de hoy, aquellos que nacieron en el babyboom Español ( entre 1958 y 1977) de que van a cobrar  una pensión digna cuando se jubilen y dejar espacio fiscal (es decir capacidad de gasto) para otras políticas que lo están demandando urgentemente, como son las políticas activas de empleo o un complemento de rentas a familias que ataje la pobreza infantil. Todo esto teniendo en cuenta que los actuales pensionistas no ha sido un colectivo especialmente castigado por la crisis, como se puede comprobar si analizamos las tasas de riesgo de pobreza por edad.

riesgo de pobreza

Revolucionar la educación pública.

España viene de muy atrás en educación y no debemos menospreciar los avances conseguidos hasta el momento. Para un socialdemócrata la educación pública es el ascensor social y tenemos que preguntarnos si ese ascensor funciona. Aquí explican que no funciona del todo bien 

El objetivo debe ser construir una educación pública primaria y secundaria de lujo que convierta en una opción residual o excéntrica la concertada y privada.  Y para ello hay que actuar sobre el elemento clave: los maestros y maestras (3 de cada 4 educadores de primaria son mujeres).

La revolución educativa es situar a los maestros como un cuerpo de élite de las Administraciones Públicas, ya que su responsabilidad y el impacto en nuestras vidas no es menor que la de los Abogados del Estado. Supone cambios en la selección del profesorado, en su formación continua, en la evaluación de su trabajo y en su remuneración y prestigio social.

Y para acelerar el ascensor social se podría iniciar un programa que lleve a los mejores maestros a los “peores” Colegios, entendidos estos como aquellos que acumulan más alumnos de bajo estatus socioeconómico.

La revolución educativa tiene que preparar a los niños y niñas para los nuevos trabajos de la revolución tecnológica, introduciendo las Ciencias Computacionales de forma masiva en primaria. Estas ciencias deberían ocupar el espacio de otras materias instrumentales, como el inglés, cuyo aprendizaje se podría solventar con programas de inmersión lingüística en los primeros años de la vida. En esta revolución educativa, que debe promover el aprendizaje colaborativo y experimental, que enseña a pensar y diseñar, requiere acabar con las barreras curriculares y mentales que separan las capacidades de los alumnos en dos mundos que nunca debieron separarse: el de las ciencias y el de las letras.

Hacer de las Administraciones Públicas un agente innovador

Lo público es para los socialdemócratas un jarrón chino, frágil y valioso, que hay que proteger. Pero la mayor amenaza para el debilitamiento del sector público será su lentitud para adaptarse a un entorno tecnológico cambiante. La Administración debe ser más permeable a la colaboración con la sociedad civil y las empresas. Es necesario repensar  la colaboración público-privada, cambiando los modelos de captura de rentas de lo privado sobre lo público, por modelos de colaboración más integrados, compartiendo conocimientos y con un reparto de riesgos equilibrado.

Las Administraciones Públicas contemporáneas deben facilitar la  innovación social y experimentación, aprovechando la descentralización de nuestro Estado para elegir las mejores prácticas y  situar al empleado público como un agente del cambio, y no como una especie  a proteger.

La digitalización de la administración, el uso del Big Data en políticas públicas como la sanitaria o los servicios de empleo, es una oportunidad para mejorar exponencialmente la eficacia en la prestación de servicios públicos. Sabemos que la transformación digital eliminará muchos empleos y creará otros, y esa realidad de cambio será muy evidente en la Administración Pública. Hay que empezar a prepararla para ello en el diseño de las carreras profesionales de los funcionarios.

Regeneración democrática en la esfera pública y la privada.

El sentimiento de que en España hay un engranaje de intereses que conecta la esfera pública y privada y que van en contra de los de la mayoría, ha sido uno de los fertilizantes para el nacimiento de nuevos partidos. No debemos despreciar los rasgos de realidad que alimentan este sentimiento. Poner el foco en la transparencia y  la rendición de cuentas en la esfera privada y corporativa podría ser un elemento de la nueva agenda socialista de calidad democrática. Mejorar la competencia de los mercados, es decir, tener un terreno de juego justo que evite posiciones de dominio, privilegios y barreras a los nuevos, debe ser un pilar de la política económica socialdemócrata para liberar la capacidad creativa e innovadora de la sociedad. Esta debe compatibilizarse con fijar unas reglas de juego que obliguen a las empresas a ser socialmente más responsables en el ámbito laboral, fiscal, social y medioambiental. Es decir competencia justa, con reglas iguales para todos, que liquide de una vez el capitalismo de amiguetes y con una regulación laboral, fiscal y medioambiental exigente que situé a las empresas como un activo para el progreso social.

Subir los impuestos

Este mensaje no pasaría el filtro de cualquier asesor electoral, pero si asumimos la revolución de la honestidad, hay que explicar que si queremos cubrir las necesidades de gasto social en un país con el segundo déficit público más alto de la UE, hay que subir los impuestos. Las primeras fuentes de recaudaciones sería reducir el fraude y la elusión fiscal de grandes corporaciones, gravar más las fuentes emisoras de CO2 (es decir pagar más por llenar el depósito del coche) y trasladar la carga impositiva al stock de riqueza, propio y heredado. Pero es posible que todos estos cambios no sean suficientes para cubrir las necesidades y habrá que decidir qué otros impuestos se deben subir. En ese campo hay opciones para introducir más progresividad y recaudación en el IVA, en el IRPF (sin subir tipos) o modificando los copagos de determinados servicios y bienes públicos.

3. Un proyecto ecléctico para una sociedad segmentada

Las bases sociales tradicionales de la socialdemocracia son hoy más heterogéneas; los intereses de esas mismas bases no siempre coinciden (mayores vs. jóvenes, trabajadores temporales vs. fijos, funcionarios vs. autónomos). Como señala F. Albertos aquí la socialdemocracia se enfrenta a un problema de demanda segmentada. Es difícil componer un programa político que contente a toda la base social. Quizás lo más honesto es plantear una agenda que reduzca desigualdades y seduzca a diversas capas de la población, asumiendo la posición de una izquierda oscilante (o bisexual como describía V. Lapuente aquí) capaz de ofrecer políticas públicas claramente de izquierda  (educación pública de lujo, imposición a la riqueza…), pero que también asuma programas de corte socioliberal, abriendo los mercados a la competencia y protegiendo más a las personas y menos a los puestos de trabajo. Una izquierda poliédrica que pueda beber de principios como el ecosocialismo de Hamon y el liberalismo de Macron, pero que sobre todo pueda abrazar con honestidad y determinación el futuro. Es sobre esa honestidad, en un entorno multipartidista que ha venido para quedarse, sobre la que se puede plantear una política de pactos abierta a todos los partidos democráticos, sin más líneas rojas que las de acordar políticas impulsoras del progreso social. De esta forma el Partido podrá representar en el imaginario colectivo el proyecto de progreso y cambio que en el pasado tanto rédito le dio.

Un PSOE que gire hacia el eclecticismo requiere de nuevos atributos (o banderas) que lo identifiquen como organización especialmente capacitada para impulsar determinadas políticas. A día de hoy el Partido tiene algún atributo muy valioso, como es la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres o la defensa de derechos LGTB. Son banderas que hay proteger y reforzar, incorporando si cabe de una forma más decidida a los hombres en el movimiento feminista. Pero el devenir de los tiempos hace necesario que el PSOE asuma más atributos para seducir a una sociedad plural y en cambio. Estos tres son, en mi opinión, una oportunidad.

PSOE verde

Nunca hasta ahora nuestro planeta había estado en riesgo por la acción del hombre. Plantear políticas que aseguren su conservación es un deber moral con las generaciones futuras y una oportunidad política. En España no hay un partido verde de peso, pese a que en Europa los verdes han ido ganando apoyo en las últimas décadas en toda Europa. Las cuestiones relacionadas con el medio ambiente (contaminación, protección de los animales, alimentación, fenómenos climáticos extremos, economía circular.. ) cobrarán más protagonismo en la agenda de una sociedad conectada. La agenda medioambiental del PSOE debería dejar de ser un asunto sectorial, para situarlo en el centro del discurso y la iniciativa política.

PSOE cultural

Vamos hacia una era en las que las máquinas harán parte de nuestro trabajo. Una era en la que tendremos más tiempo para pensar, crear, enriquecernos como persona y en la que el trabajo y el consumo no ocuparan tanto espacio en nuestro proyecto vital.  Por ello la cultura no puede ser un apéndice de las políticas públicas. Es el momento de repensar las políticas culturales para ensalzar valores como la libertad, la tolerancia, el respeto a la diversidad y potenciar actitudes como la imaginación, el estudio, el pensamiento crítico. Valores y actitudes de las que también se tiene que empapar la organización, con líderes y cuadros con menos cultura de Partido y más cultura general, que cultiven una vida personal más allá de los círculos de las organizaciones políticas e instituciones.

PSOE Europeo- Global

Más allá del eje izquierda-derecha o élites- pueblo a una batalla ideológica entre sociedades abiertas-sociedades cerradas, estas últimas impulsadas por los populismos de derecha extrema, pero también parcialmente aceptada por partidos de izquierda (tradicional y nueva). En esta batalla el PSOE debe posicionarse sin complejos, exhibiendo su corazón internacionalista y europeísta. La globalización no es una opción, es un hecho. Lo que debemos explicar es que hay que regularla y mejor hacerlo con países avanzados como Canadá, para después utilizar esos acuerdos como referencia para otros.

Una de las formas más civilizadas y progresistas de regular la globalización es el proyecto de la Unión Europea. Un proyecto que exige mejoras, con un alma más visible, y más compromiso en la cesión de soberanía de los gobiernos nacionales hacia el Parlamento Europeo. Para defender Europa lo primero que debemos hacer es no usarla bajo ningún concepto como chivo expiatorio de los déficits y errores de los estados nación. Europa es culpable de casi todo los bueno que nos ha pasado en los últimos 25 años  y hay que decirlo. El PSOE tiene que estar en el centro de decisión de una nueva agenda progresista para Europa, tejiendo complicidades y haciendo de puente entre la Europa del norte (de la que algunas cosas tenemos que aprender) y la del sur.

4. Capital humano (1) y respeto (2)

(1) El PSOE debe actualizar su organización. El próximo Congreso es una oportunidad para hacerlo. Las organizaciones, como las empresas, tienen que adaptar su forma de trabajar a un nuevo tiempo. Es conveniente sustituir las estructuras verticales por otras horizontales. La jerarquía, como gradación de poder, deja su paso a redes de trabajo en equipo, en donde las decisiones se comparten y la innovación emerge desde cualquier punto de la organización. El reto es impulsar en el PSOE la forma de trabajo de las Startups. No es un tránsito sencillo, porque rompe la inercia de trabajo de muchos años, pero es necesario, porque hay mucho talento huérfano de proyecto político. La hegemonía de la izquierda y la victoria a la derecha depende de la capacidad de capital humano que seamos capaces de atraer. Es necesario incrementar la diversidad de perfiles, y comportamientos, en la organización. Ese talento está dentro del Partido, pero también fuera, la transformación digital permite visualizarlo y facilita encontrarlo. Salgamos a cazarlo.

(2) Cualquiera que sea el resultado del Congreso debe entenderse como una oportunidad de mejora, ya que será producto de una deliberación democrática. Respetar el resultado y trabajar con lealtad a la organización será tan determinante, como el resultado en sí mismo. Habrá que saber ganar y saber perder, para que nadie pierda y el Partido en su conjunto gane.  La unidad es un concepto difuso, el respeto a un proceso democrático, no.   

Sergio Vázquez Torrón

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